Amor poligonal

14/02/2020

En este San Valentín siempre me gusta hablarles de los mitos del amor romántico, de princesas que no tienen por qué esperar a nadie, príncipes que no tienen por qué salvar a nadie… Paralelamente muchas veces me dejo llevar por canciones que nos repiten “no puedo vivir sin ti” y aunque la vida esté llena de contradicciones, es importante intentar  ver todas las caras del poliedro.

Al margen de príncipes y princesas el amor romántico tiene otra vertiente que me preocupa mucho últimamente: esa falsa idea de la media naranja y que todo el mundo debe estar emparejado. La otra cara de esta moneda es lo que soportan algunas personas con tal de vivir en pareja; sin dar nombres voy a hablar de dos experiencias cercanas de personas que conozco y me han perturbado enormemente.

Una pareja en su treintena se casa por todo lo alto, dos años de hipoteca para pagar el bodorrio y divorcio a los seis meses.

Pareja que llega a la jubilación y, al dejar de trabajar, tener tiempo libre, se da cuenta que no tiene nada en común con el otro componente de su pareja.

¿Cuántas veces las noticias después de verano hablan de divorcios? Esto por no hablar de todas las mujeres que aguantan puñetazos, vejaciones y demás (sin ánimo de simplificar las situaciones de abuso que son bien complicadas).  ¿Qué problema hay con ir al cine uno une misme? Y sin embargo está fatal visto.

Cada día estoy más convencida que nos falta muuuuuuuuuucho decirnos te quiero a nosotros mismos, conocernos y saber qué queremos. Solo después de saber quién eres puedes saber quién puede ser un buen compañere de vida o si acaso si te apetece tenerle o te apetece vivir tu vida en una comuna con varias personas o cualquier otra opción que se les ocurra. Quiéranse mucho.



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